24 febrero 2016

Mary Poppins Jolly Holliday - Procesos

Uno de mis propósitos de año nuevo era terminar un cosplay (que originalmente iba a ser de Honey Lemon) para el Salón del Cómic de este año. Por una serie de circunstancias, dejamos de lado nuestra primera idea para centrarnos en la película de Mary Poppins, una idea que ya nos rondaba desde hacía bastante tiempo pero que considerábamos un poco bastante complicado... pero allá que fuimos, total, no perdíamos nada.

En esta entrada quiero hacer un breve repaso por todos los procesos (y las penas) por las que he pasado a lo largo del año para obtener este gran resultado.

Como suele pasar, las vacaciones son el mejor momento para empezar con estas cosas. En mi caso, lo primero fue encontrar una camisa que se diera un aire con la de Mary, que fuera de mi talla y que saliera bien de precio. Por suerte, en Aliexpress encontré este modelo con la disponibilidad de talla XXL (nunca hay que fiarse de las medidas). Aquí está recién sacada de la bolsa, pero más adelante se le añadieron los adornos en rojo y un cambio de botones.

Foto tomada el 1 de julio.
También en este momento me hice con la tela para la falda (hecha por mi madre, por suerte), tanto la base como el tul que la cubre, que es completamente lisa, sin las flores que lleva ella en la película, esto se debió a que la mayoría de las cosas que encontré eran encaje propiamente dicho, y lo cierto es que no me encajaba. Por un momento pensé en añadirlas yo con pegamento textil o algo, pero viendo los vaivenes de la falda... mejor que no, el resultado fue bueno.

¿Por qué digo esto? Porque hasta noviembre el traje quedó olvidado y arrinconado. Por suerte, llegó el underbust (sí, tendría que ser un cincher, pero no me cuadraba ninguno, tanto por el corte como por el precio), que también hubo que cortar (y, literalmente, serrar) y adaptar, así como añadirle las cintas blancas, que no están exactamente igual que en el modelo original, pero hemos de admitir que dan bastante el pego.

Foto tomada el 15 de noviembre. Corsé recién cortado y sin rematar.
Foto tomada el 15 de noviembre. Cintas blancas pegadas, sólo faltaba rematar los extremos.
Por estas fechas llegó la sombrilla, que pedí por internet a las bravas, a ver qué tal. Con un rotulador textil pinté los triángulos de color rosa y después (tras ver que tanto el pegamento textil como la silicona no servían) mi madre añadió un volante blanco. La falda también estaba prácticamente terminada salvando algunos detalles, por lo que a mediados de noviembre este era el estado del traje.


El siguiente paso era añadir detalles, detalles y más detalles (porque yo no he visto un traje con más detalles ><). Desde cambiar los botones ya que los originales eran diamantes de plastiquete, añadir las cintas rojas a la camisa, añadir los lazos en la falda, los volantes de la sombrilla... Y por suerte ya había cazado los zapatos en un outlet por tres eurillos, cosa que está muy bien.

Foto tomada el 29 de noviembre. A falta del sombrero, los guantes y las polainas.
La cuenta atrás (tanto en lo referente a la presentación del TFM como a la llegada del Salón del Cómic) había empezado. Los guantes no llegaban (y llegaron un par de meses después) por lo que había que reemplazarlos y, sobre todo, mirar el tema de las polainas, que no había por donde cogerlas. Por otro lado, en cuanto al sombrero, opté por comprar uno en una tienda de disfraces, por suerte la madre de mi novio y él mismo terminaron por lo forrarlo de tela blanca, para después yo añadir las flores y el tul correspondiente.

Foto tomada el 13 de dicimebre. Sombrero finalmente terminado a falta de 5 días para la presentación del TFM y del Salón.
Gracias a un consejo bien avenido por parte de una dependienta (cosas que pasan) encontramos una solución la mar de simple para los polainas, que quedaron mu aparentes y cómodas. Así, el mismo día que el sombrero estuvo finiquitado, pudimos terminar también esa pieza dejando el traje listo a falta de sustituir los guantes que andaban perdidos por el mundo.

Foto tomada el 13 de diciembre. Todo terminado.
Compramos unos nuevos guantes normalitos blancos (y menos mal, porque los que finalmente llegaron eran terribles) y ya estaba, por fin. Por lo que, después de tanto esperar, el día 19 de diciembre estábamos listos para ir de esta guisa al Salón del Cómic.