23 febrero 2015

El canon Disney

De un tiempo a esta parte, parece que está de moda todo lo relacionado con las princesas Disney: desde la adoración y nostalgia por las películas de antes, al rechazo y acusación de ser precursoras de un canon de belleza estereotipado e inalcanzable. 

A ver, chicas (porque sorprendentemente, suelen ser las propias féminas las que rechazas a las heroínas de su niñez, como es mi caso), no entiendo porqué no os dais cuenta que estos personajes no deja de ser ficticios, un dibujo animado, una caricatura de la realidad como la que puede hacer cualquier otro dibujante responsable de una serie animada. 
Bien es verdad que son figuras antropomorfas de carácter realista que representan a jovencitas de diversas edades y lugares de procedencia. La mayoría de cintura fina y ojos enormes, además de unos cabellos irreales e imposibles. Considerando estos puntos, ¿realmente merece la pena despreciar estas caricaturas que forman parte de películas musicales que hacen soñar a niños y niñas?
Personalmente, cuando de niña veía películas como La Sirenita (tienen frita a mi pobre Ariel), en lo que menos pensaba era en la estrechez de su cintura, sino en su carácter y curiosidad, en lo bien que cantaba y en que yo también quería vivir debajo del mar y tener cola de sirena.

Por otro lado, nadie se para a pensar en "la otra imagen" de Disney. Es decir, constantemente se alude a los dibujos y las películas, pero este estudio va mucho más lejos, no en vano trata de representar a los personajes de sus películas en carne y hueso, presentándolos en diferentes desfiles o paseando por las zonas de los parques temáticos. ¿Qué me decís de esta Ariel? Porque yo la veo bastante normal:


Al igual que no se mencionan y tachan de negativas series como Pepper Ann o Kim Possible, cuyas protagonistas presentan también unos cuerpos delgados correspondientes con el estilo y la caricatura propias de las series a las que pertenecen, no llego a comprender porqué se critica sin parar a las señoras princesas.

Claro que, siempre encontraremos a la más alternativa de todo el grupo que hablará de la falsificación de las historias por parte de Disney, de que son unas sumisas princesas rescatadas (¿y Giselle? ¿Por qué nunca nadie tiene en cuenta Encantada? ¿Por qué no se remiten al contexto histórico de los cuentos y posteriores películas?) y de que propagan valores negativos a las niñas u homosexualizan a los niños.

Yo crecí con Ariel, Bella, Cenicienta, Blancanieves, Mulan, Pocahontas, y sigo madurando de la mano de Rapunzel, Tiana, Anna y Elsa. No me he convertido en un ama de casa que silba al trabajar, no he dejado de lado mi curiosidad por el mundo, ni olvidaré nunca lo fácil que es juzgar a una Bestia conociendo sólo el exterior. No tengo una cintura pequeña, pero si me apetece, no va a ser motivo que me impida convertirme yo también en princesa.

02 febrero 2015

Tale as old as time

Había una vez dos Princesas Amigas. Dos princesas que gustaban de soñar con carrozas tiradas por blancos caballos, llevar zapatos de cristal y asistir a los más maravillosos bailes que se puedan imaginar.

Había una vez una tercera Princesa, que paseaba en carrozas tiradas por blancos caballos, llevaba zapatos de cristal y asistía a todo tipo de bailes. Una tercera Princesa que les tendió la mano a las Amigas, invitándolas a acompañarla en su camino de baldosas amarillas, y ellas, muy ilusionadas, aceptaron sin dudar.

"¿Y si organizamos un baile?"

Las Princesas Amigas asintieron con energía, no podían esperar a conocer nuevas princesas y algún que otro hada. Su cabeza se llenaba de ensoñaciones, posibles vestidos dignos de un acontecimiento como el que se les presentaba y príncipes azules con los que compartir las mejores piezas. Pero un baile trae consigo toda una serie de preparativos: elegir un palacio, mandar las invitaciones, elegir la música... Mucho que hacer en muy poco tiempo. Pero nuestras Princesas estaban dispuestas a dejarse la corona en ello, lástima que no podamos decir lo mismo de la tercera Princesa.

"¡No nos da tiempo!" se lamentaban las amigas a falta de un par de días.

La tercera Princesa ya había compartido el gran baile, tenía que estar listo sin falta. Y así fue, y las Princesas Amigas bailaron con torpeza, esforzándose por dar los pasos correctos y disfrutar del evento. No fue así para la tercera Princesa.

¿Eso que adorna su nariz es una enorme verruga?


"¿Y si participamos en este precioso festival?" volvió a aparecer la tercera Princesa.

Sin embargo, las Amigas tenían sus reservas después de lo que había pasado en el anterior baile, decidieron actuar con cautela y no ceder ante una posible manzana envenenada.

"Van a asistir todo tipo de invitados desde los más lejanos reinos, aunque no todos cumplen con la etiqueta, así que he decidido que podríamos ayudarles a vestirse correctamente, al fin y al cabo, no hay vestido y calzado más bello que el nuestro".

Las dos Princesas se quedaron horrorizadas ¿y si tras esos invitados se escondía un lobo feroz? No estaban dispuestas a arriesgar algunas de sus preciadas posesiones, lo que enfureció a la tercera en discordia. Y clamó a los cielos por lo que consideraba tamaña ofensa. Y su sonrisa se tornó cruel, su espalda empezó a encorvarse. Y las Amigas se mantuvieron firmes.


"Vamos a ir de excursión a las praderas que acaban de florecer, ¿gustarías de acompañarnos?, se les ocurrió un día a nuestras Princesas. La tercera dijo que sí.

Las dos inocentes protagonistas de esta historia lo prepararon todo con emoción: una cesta repleta de dulzores, sonrisas de azúcar y corazones de gominola. Los invitados no tardarían en unirse a ellas, un par de marquesas que parecían no gustarle mucho a la tercera Princesa.

"He perdido el zapato de cristal".

Una excusa digna de Cenicienta, pero no de la Princesa de la que provenía. Las dos Amigas tuvieron que aguantar con soltura y zalamería la insulsa charla de ambas marquesas, con entereza las acompañaron en una comida que se había tornado amarga.

El viento traía una risa cruel.


Estas no fueron las únicas maldades que nuestras protagonistas tuvieron que soportar. Maldiciones carentes de disculpas, esperas eternas pagadas con ausencia y finalmente, las manzanas. Un cesto de jugosos rubíes, de un brillo semejante al de las estrellas, apetitosas manzanas ofrecidas por la tercera Princesa, que caminaba orgullosa a pesar de su inminente joroba, la creciente verruga y la evidente crueldad que emanaba de su voz.

"No queremos tus manzanas".

Entonces les ofreció que se acercaran a verla en su rueca, que apreciaran sus maravillosas labores, que si se acercaban, quizás compartiera sus secretos con ellas.

"No nos gustan tus labores".

Enfurecida, la tercera Princesa, que se había convertido en una horripilante Bruja, alzó sus manos de largas uñas similares a las garras de una rapaz, y rasgó los vestidos de las amigas. Adiós a las ensoñaciones, a los viajes en carrozas tiradas por blancos caballos, los zapatos de cristal y los bailes.

Pero las Princesas Amigas no pudieron más que reírse a carcajadas, pues la belleza de sus vestidos no les hacía ya falta para sentirse hermosas, las carrozas no les hacían falta y los zapatos de cristal les producían dolorosas rozaduras. La Bruja apenas podía contener su asombro, la podredumbre que la recorría por dentro le impedía entender la musicalidad de una carcajada, su fealdad era incurable.

Y tomadas del brazo nuestras Amigas pasean por un nuevo camino de baldosas de colores. Un pasito delante de otro pasito, delante de un pasito...