Había una vez dos Princesas Amigas. Dos princesas
que gustaban de soñar con carrozas tiradas por blancos caballos, llevar zapatos
de cristal y asistir a los más maravillosos bailes que se puedan imaginar.
Había una vez una tercera Princesa, que paseaba en
carrozas tiradas por blancos caballos, llevaba zapatos de cristal y asistía a
todo tipo de bailes. Una tercera Princesa que les tendió la mano a las Amigas,
invitándolas a acompañarla en su camino de baldosas amarillas, y ellas, muy
ilusionadas, aceptaron sin dudar.
"¿Y si organizamos un baile?"
Las Princesas Amigas asintieron con energía, no
podían esperar a conocer nuevas princesas y algún que otro hada. Su cabeza se
llenaba de ensoñaciones, posibles vestidos dignos de un acontecimiento como el
que se les presentaba y príncipes azules con los que compartir las mejores
piezas. Pero un baile trae consigo toda una serie de preparativos: elegir un
palacio, mandar las invitaciones, elegir la música... Mucho que hacer en muy
poco tiempo. Pero nuestras Princesas estaban dispuestas a dejarse la corona en
ello, lástima que no podamos decir lo mismo de la tercera Princesa.
"¡No nos da tiempo!" se lamentaban las
amigas a falta de un par de días.
La tercera Princesa ya había compartido el gran
baile, tenía que estar listo sin falta. Y así fue, y las Princesas Amigas
bailaron con torpeza, esforzándose por dar los pasos correctos y disfrutar del
evento. No fue así para la tercera Princesa.
¿Eso que adorna su nariz es una enorme verruga?
"¿Y si participamos en este precioso
festival?" volvió a aparecer la tercera Princesa.
Sin embargo, las Amigas tenían sus reservas después
de lo que había pasado en el anterior baile, decidieron actuar con cautela y no
ceder ante una posible manzana envenenada.
"Van a asistir todo tipo de invitados desde los
más lejanos reinos, aunque no todos cumplen con la etiqueta, así que he
decidido que podríamos ayudarles a vestirse correctamente, al fin y al cabo, no
hay vestido y calzado más bello que el nuestro".
Las dos Princesas se quedaron horrorizadas ¿y si
tras esos invitados se escondía un lobo feroz? No estaban dispuestas a
arriesgar algunas de sus preciadas posesiones, lo que enfureció a la tercera en
discordia. Y clamó a los cielos por lo que consideraba tamaña ofensa. Y su
sonrisa se tornó cruel, su espalda empezó a encorvarse. Y las Amigas se
mantuvieron firmes.
"Vamos a ir de excursión a las praderas que
acaban de florecer, ¿gustarías de acompañarnos?, se les ocurrió un día a
nuestras Princesas. La tercera dijo que sí.
Las dos inocentes protagonistas de esta historia lo
prepararon todo con emoción: una cesta repleta de dulzores, sonrisas de azúcar
y corazones de gominola. Los invitados no tardarían en unirse a ellas, un par
de marquesas que parecían no gustarle mucho a la tercera Princesa.
"He perdido el zapato de cristal".
Una excusa digna de Cenicienta, pero no de la
Princesa de la que provenía. Las dos Amigas tuvieron que aguantar con soltura y
zalamería la insulsa charla de ambas marquesas, con entereza las acompañaron en
una comida que se había tornado amarga.
El viento traía una risa cruel.
Estas no fueron las únicas maldades que nuestras
protagonistas tuvieron que soportar. Maldiciones carentes de disculpas, esperas
eternas pagadas con ausencia y finalmente, las manzanas. Un cesto de jugosos
rubíes, de un brillo semejante al de las estrellas, apetitosas manzanas
ofrecidas por la tercera Princesa, que caminaba orgullosa a pesar de su
inminente joroba, la creciente verruga y la evidente crueldad que emanaba de su
voz.
"No queremos tus manzanas".
Entonces les ofreció que se acercaran a verla en su
rueca, que apreciaran sus maravillosas labores, que si se acercaban, quizás
compartiera sus secretos con ellas.
"No nos gustan tus labores".
Enfurecida, la tercera Princesa, que se había
convertido en una horripilante Bruja, alzó sus manos de largas uñas similares a
las garras de una rapaz, y rasgó los vestidos de las amigas. Adiós a las
ensoñaciones, a los viajes en carrozas tiradas por blancos caballos, los
zapatos de cristal y los bailes.
Pero las Princesas Amigas no pudieron más que reírse
a carcajadas, pues la belleza de sus vestidos no les hacía ya falta para
sentirse hermosas, las carrozas no les hacían falta y los zapatos de cristal
les producían dolorosas rozaduras. La Bruja apenas podía contener su asombro,
la podredumbre que la recorría por dentro le impedía entender la musicalidad de
una carcajada, su fealdad era incurable.
Y
tomadas del brazo nuestras Amigas pasean por un nuevo camino de baldosas de
colores. Un pasito delante de otro pasito, delante de un pasito...
Te quiero y tal ♥. No puede estar contado de forma tan bonita algo que nos lo ha echo pasar mal </3
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